sábado, 4 de noviembre de 2023

ALAS DE LIBERTAD CAPITULO 1

 

ALAS DE LIBERTAD
ESCRITA POR PISCIANO
CAPITULO 1



Esta historia comienza desde la enfermería de la prisión, uno de sus personajes en la enfermería es la enfermera Graciela Duran, una mujer con más de 30 años, con un divorcio acuestas y un hijo que mantener.

Desde muy joven se interesó por la medicina pero al ver frustrados sus esfuerzos tuvo que conformarse con la carrera de enfermera.

Desde que entro al hospital su misión fue ayudar a los más desprotegidos, trabajaba noche y dia, lo que quizás fue la primera razón para que su matrimonio no funcionara y se terminara tan pronto.

Fue un golpe tan fuerte para ella, aun amaba a su marido, pero él se fue con otra.

Ella quedo en un estado de depresión que le duro por muchísimo tiempo.

Cuando una persona lleva la medicina en la sangre el hecho de curar heridas salvar vidas y demás lo hacen con tanta dedicación, que no les importa en donde estés, y más si esta enfermera había elegido trabajar en la enfermería de una prisión.
Junto a ella el doctor Fernández, este era un tanto diferente, una persona sin personalidad totalmente manejable, con un porte bastante convencional, lucia ese aire despreocupado del que tiene otras prioridades en la vida que verse bien, aunque era bien parecido, no era persona de mantener un corte muy constante, al contrario tenía ese medio que raya entre lo muy largo y lo muy corto.

Se rasuraba la cara casi diariamente, le incomodaban los pequeños vellos, llegando a tener una batalla campal con los que unía sus cejas.

Un doctor más en la penitenciaria. 
El cuarto de enfermería se hallaba en total desorden, constituían su único mobiliario: un pequeño escritorio, una silla desgastada con el tiempo, un biombo de cortinas azules y una camilla cubierta por una sabana muy delgada, seguramente de color blanco en un pasado, pero que hoy estaba llena de manchas de todas tonalidades, producto seguro de otras intervenciones, a su lado un pequeño carro que sujeta una bandeja con varios objetos médicos.

El olor a cuarto de hospital que hace palidecer a cualquiera que no estuviese acostumbrado a este olor característico de recintos médicos.
En la habitación y a pesar de tener experiencias similares, el doctor Fernández no se acostumbra a realizar esta infame tarea, la sentía repugnante y a la vez denigrante.

Se hallaba contrariado y buscaba apoyo dándole una mirada a la enfermera que se encontraba a su lado, este trataba de tranquilizarlo, le hacía un ademan con la mano como diciéndole “otra vez mas ¿qué importancia tenia?” ella más que nadie sabía muy bien todo lo que el había hecho por frenar este tipo de brutalidades, sin embargo y a pesar de esto, poco le servía, sino que por el contrario, todo parecía ir en aumento, de modo que no quedaba otra que resignarse.

Graciela camino hacia donde se encontraba el doctor y le dio una palmada en la espalda para tratar de animarlo un poco, este giro su cara mirando para afuera de la sala, donde vio al grupo de guardias muy pegados a la pared, tratando de escuchar la salud del paciente recién ingresado.
El doctor mostro su mal humor y cerro la pequeña cortina azul, dejando atrás las muecas de los vigilantes.

La enfermera fue más allá y cerró la puerta que daba al pasillo.

Le enfurecía tener que lidiar diariamente con personas sin ningún sentido de piedad.
Fernández:- esperaba de estos algo más de humanidad, pero veo que es imposible, hasta eso se perdió en este maldito lugar, quisiera irme de esta maldita pocilga de una buena vez.
La enfermera no intento como otras veces, hacerlo callar, se colocó una tapa en la boca y se acercó a una de las esquinas del cuarto y volteo el cuerpo del incuestionable occiso, quien se hallaba tirado en el suelo, del cual salió un olor nauseabundo.
Graciela:- mierda, este hombre está podrido, por Dios.
Estas exclamaciones de asco llegaron hasta el pasillo, el susurro se formó, pero fue prontamente acallado por el doctor Fernández, el hizo escuchar desde el pequeño cuarto un siseo.
Juntos lograron levantar el cuerpo y lo colocaron en la camilla.

El doctor al verlo a la cara movió la cabeza de lado a lado, no había nada que hacer , si siquiera revisar al joven acostado en la camilla, ya estaba muerto, asfixiado producto de un estado de sofocación por la falta de oxígeno.

Revisarlo era perder el tiempo, sabia de sobra que el diagnostico era de muerte de este joven asesinado.
Tenía mutilado un brazo y parte de la pierna, su cuerpo presentaba cortaduras por todas partes, todas hechas por las características vistas, con un objeto punzo penetrante y hematomas que ellos no podían precisar el origen.
Fernández:- que irracionales, no puede ser que no halla el menor respeto por la vida en este lugar.
El doctor continuo revisando el cuerpo de la víctima poseía varios tatuajes en el brazo, piernas y pecho, miro su rostro y noto que no tenía la apariencia de los tres anteriores, era más bien un tipo común.
No era que el doctor Fernández quería convertirse en forense, ni mucho menos, es más odiaba tener que hacer esto, pero ya con este era el cuarto tipo en el mismo aspecto o algo parecido que aparecía en la enfermería.

El joven muerto era un recordatorio de los casos anteriores y seguramente seguirían pasando por la terquedad del director de la prisión que según él, le pasaba a los mas débiles, si entras a una prisión debes ser rudo o te devoran al instante, te lastiman, te violan, les sirves de juguete a todos y mucho peor, te matan.
La enfermera se dirigió al archivo, esperaba encontrar más datos de los que ahora tenía, al igual que las otras víctimas, así que busco en carpetas por archivar, una vez que lo hallo, miraba su rostro y trataba de mirar su historia, tras esa expresión aterradora que presentaba llena de moretones y cortaduras.
Quizás por su apariencia podía deducir que el sujeto se trataba de uno de los barrios pobres, pertenecientes a pandillas medianamente organizadas.

Conocía a los de su tipo, cientos habían pasado ya por ahí, por ello podía sacar ciertas conclusiones de lo poco que percibía, jóvenes que aparecen en las calles sin familia y sin protección de nadie, viéndose envueltos en un mundo inhumano, en el cual se tiene que 
hacer cualquier cosa por sobrevivir y por supuesto este era el sitio donde todos finalizarían alguna vez en su vida con el fin de graduarse con la creme de la creme.
Algunos como el, jamás salían de este sitio.
La enfermera siguió revisando su cuerpo y se topó con varias heridas malamente cicatrizadas, seguro que cada una de ellas trofeos coleccionados como muestra de su supervivencia en las calles, miraba las heridas recientes y pensó que estas últimas eran un trofeo que no mostraría a nadie ya que para el había acabado su rutilante y efímera carrera criminalista.
Algo instaba a la enfermera a que no debía tolerar que esto pasara, por un lado el director tenia razón, si están en prisión es por algo, pero no todos debían terminar así, no todos merecían morir, no todos merecían estar en presión y no todos eran culpables algunos eran inocentes.
La enfermera siguió revisando, poco a poco llego al brazo, en donde observo diversos símbolos chinos, probablemente la marca con la que se distinguían los miembros de la banda a la que pertenecía.

La enfermera se sentó en la silla ubicada en un rincón dejando al doctor arreglar lo pertinente al papeleo.
Seguidamente, un vacío se hizo presente, una soledad la embargo, se levantó de la silla y fue a lavarse las manos.

En el baño hallo algunos artículos de limpieza personal, busco entre ellos hasta hallar jabón antiséptico, desgasto un poco sus manos y luego las froto, la sangre es difícil de quitarse de la piel, repitió el procedimiento muchas veces, se sentía sucia, por ocuparse de este tipo de cosas, estaba segura que para esto no se graduó en el colegio de enfermería, estaba siendo utilizada en esta tierra de nadie.
Graciela:- maldición esta sangre no se sale del todo, con este prisionero no pasara lo mismo... algo debemos hacer.

Graciela tomo una toalla y se secó bruscamente.

Luego tiro la toalla contra la pared.
Salió del baño con muy mal semblante, estaba dispuesta a hablar con el doctor Fernández, no quería continuar así, era la tercera persona muerta en las mismas condiciones en los últimos cuatro meses, alguien tendría que parar este salvajismo.

Algo estaba mal y ella era un eslabón más de los que permitía que esto pasara, era como una asesina pasiva.
Aun recordaba como llego el joven para ser revisado, no era lo que podía decirse un muchacho tímido, poseía una cara de odio y miedo, típico de los que ingresan aquí, no hablaba mucho el idioma, pero algo entendía, mientras ella estuvo realizando su trabajo, el no hizo ninguna pregunta, tenía la mirada perdida en el estante que se hallaba en el cuarto.
Tratar con ellos es bastante difícil y más saber que en cualquier momento ellos podrían enojarse y acabar con la vida de todos ahí en la enfermería, pero ese temor se iba perdiendo, este último joven, el cual su aspecto hizo desconfiar a Graciela ahora estaba muerto, ella se arrepentía un poco de ser así.

Pobre joven.
Camino hacia la pequeña oficina donde ahora se hallaba el doctor, su decisión era irrevocable.

Le diría lo que se merecía y no sería otro eslabón de la cadena.
Yendo para la oficina del doctor Fernández, se sorprendió al escuchar la voz del director, se detuvo y cambio su rumbo hasta el archivo.

Allí se dispuso a organizar algunos registros esperando escuchar algo de lo que pasaba ahí dentro.

Tenía la esperanza de que Fernández tomara valor y sea un poco más severo y terminara por fin de encubrir estas extrañas muertes dentro de la prisión.
Por momentos deseaba entrar y decirle al director lo que se merecía y que tenía guardado muy dentro de ella por tanto tiempo, pero algo la contenía.

Desde el pasillo se escuchó los pasos de un guardia, si la hallaba en aquel lugar sospecharía que trataba de escuchar la conversación de Fernández y el director, lo mejor sería alejarse.

Y así lo hizo.

Tomo una carpeta al azar y se dirigió hasta donde ella regularmente descansaba un pequeño escritorio alejado de la sala.

Allí sentada comenzó a hojear lo que tomo, se sorprendió mucho al notar que de tantos expedientes, tomara precisamente el perteneciente al sujeto muerto anteriormente, leyó con detenimiento el material y volvió a repasar todas las irregularidades cometidas en el informe, sabía que la mayoría de lo que allí decía eran mentiras encubriendo la verdadera razón de la muerte.

Siguió leyendo y allí encontró la rúbrica del doctor Fernández.

Se detuvo un poco en este detalle y tan solo allí logro darse cuenta que, quizás y aunque quisieran negarlo, el doctor, e incluso ella también, estaba tan metida en esto como los otros.

La primera vez que lo hicieron, no solo hacían lo que se les pedía, sino también aceptaban las responsabilidades de su acción, tanto era así que la firma del director, no estaba en nada de esto, solo eran ellos los responsables.

El remover el asunto lo único que haría seria enredar el panorama, aun el director podría alegar que fueron ellos los que encubrían estos hechos.

Ella estaba segura que si lo tuviera que hacer, al director no le temblaría el pulso en acusarlos.

Ah este parasito no había quien le ganara.
Desde la oficina del doctor comenzaron a escucharse gritos fuertes, Graciela tomo la carpeta leída con rapidez y un nerviosismo exagerado, la escondió dentro de otras carpetas colocadas para su revisión, en esos gritos pudo escuchar, la misma discusión de siempre, sintió un poco de coraje la forma en que el doctor Fernández manejaba las cosas, la paciencia que este tenía la alteraba, ella esperaba que él sea más severo en sus juicios, pero algo escondía, tal vez eso era lo que realmente lo tenía maniatado.

El director torres lo sabía y por eso se aprovechaba de él.
Ella escuchaba las voces que fueron en aumento, pero esta vez el doctor no se escuchaba, el director era quien marcaba la pauta de la discusión, le gritaba recordándole a todo lo que se exponía si todo salía a la luz.

La misma lata de siempre, pensó ella, la institución era considerada unos de los establecimientos modelos en la nación, había otros centros similares, un incidente como esto echaría por la borda todo lo que hasta ahora habían logrado formar y que nada ayudaría a solventar los problemas del penal, solo aumentarlos de manera drástica.
Torres:-...no no lo podemos permitir, si esto sale a la calle, Fernández... para nadie es un secreto que cosas como estas pasan a menudo en cualquier prisión, y me atrevo a decir que peores cosas, solo que sus directivos no andan por ahí divulgándolo, y bueno yo no seré el primero en decirlo, se castigara a los presuntos sospechoso y ya.
“El blanco”, así le llamaban al director Guido Torres, debido a su color de pelo y lo gringo que era, sus ojos eran casi grises, a pesar de su corta edad era considerado por su actitud como un hombre de carácter para estar al mando de instituciones como estas.

Pero detrás de tanta fachada, estaba un hombre con sed de poder y un intenso estado de frustración, capaz de hacer lo que sea con tal de conseguir lo que se proponía.

La enfermera conocía de sobra todo esto, luego de compartir tres años con él, sabía que el director siempre aspiro a algo mejor, su comportamiento delataba sus pensamientos y aunque para todos parecía una persona centrada, para ella no era más que un ser lleno de codicia y envidia
Graciela era testigo todo este tiempo de como manipulaba a todos, al doctor, al jefe de policía y a sus subalternos e inclusive a ella.
Un verdadero sabandija oportunista, según su criterio.

Pensó que debía ser más inteligente que él y encontrar algún punto débil en el y sacarle ese cargo y de algún modo hacer que todo esto cambie en la prisión.
Aun se escuchaban los gritos en la oficina, hasta que fueron disminuyendo hasta quedar un murmullo, seguro el doctor Fernández otra vez se había dejado manipular por el director convenciéndolo con sus propósitos.

Graciela se puso a pensar en fraguar un plan en contra del director, la verdad no había manera, al menos no se le ocurrían.

Interrumpió su pensamiento los pasos del policía custodio, el venia hacia ella, lo miro de arriba abajo con ojos de desprecio, nunca fue una persona de su agrado por el contrario para ella era una bestia, que trataba de conquistarla y convertirla en otra más de sus botines.

Graciela se encontraba asqueada de este tipo de personas.

Entro a la oficina del director, tiempo después se abrió la puerta dejando ver al doctor Fernández totalmente afligido, la enfermera se levantó y llego hasta donde los revoltosos se encontraban, un escalofrió le invadió el cuerpo, decidida a entrar a esa reunión, y reclamar todo, aunque pusiera en riesgo su puesto, la alimentación de su hijo e incluso su vida.

A medida que avanzaba hacia la puerta su cuerpo se resistía hacerlo y retrocedía antes si, le faltaba el coraje suficiente para enfrentarse a estos tres vagabundos, pensó en su hijo y en la pérdida de su empleo, qué futuro le esperaba, no era conveniente, aunque se sentía una cobarde.

Pasado un tiempo la puerta se abrió dejando salir a dos de los tres personajes que ocupaban el cuarto, con cara de satisfacción, se reían entre ellos, y la cara detrás del director con una sonrisita que abarcaba toda su cara, era otra victoria para él.

Al ver a la enfermera, el director salió de su oficina.
Torres:- señorita duran, nosotros al igual que usted, sentimos la muerte tan lamentable del recluso, pero hay cosas que se escapan de nuestras manos, por malo que esto parezca existen cosas que hay que dejarlas como están y no removerlas, no podemos jugar a ser jueces, ¿me entiende verdad?
Ella solo movió la cabeza en señal afirmativa.

El director siguió hablando mirando al policía a su lado.
Torres:- estoy seguro que el agente a mi lado, hará lo posible por esclarecer el caso y dar con el lugar en donde estos jóvenes mueren de manera tan brutal, confió en la capacidad de él y el demás personal, la influencia de personas ajenas a la penitenciaria complicaría las cosas, por ello hacemos lo que hacemos entendido.
Ella acepto lo que dijo nuevamente con su cabeza, se sintió una inútil de vuelta.
Una vez a solas con el doctor sin decir una palabra, esta mudo, se encontraba sentado en el sillón, acojonado.

Graciela estaba molesta, recorría la sala en señal de pensamiento.
Fernández:- por favor Graciela siéntese, quiero explicarle lo sucedido
Graciela:- que me va decir, que no tiene los huevos puestos para poner en su lugar al director.
Fernández:- estamos con las manos atadas, el sublevarnos poco ayudara a la situación de estas personas, por el contrario sería como culparnos a nosotros mismos, lo mejor es conservar la calma, entiendo su preocupación y también siento la misma rabia e impotencia que tú, pero nada podemos hacer ellos son los dueños del poder.
Graciela:- perdóneme doctor, pero no entiendo lo que quiere decirme yo veo que los jóvenes están muriendo, sin que nadie haga absolutamente nada y todo porque nuestro flamante director Torres, quiere hacer parecer que acá no pasa nada, dis que somos la cárcel modelo, cuando en realidad estamos muy lejos de esa meta. Aquí están sucediendo cosas extrañas, ya son varios asesinatos, y si usted no quiere hacer nada, tenga sentido común y líbreme de este compromiso, estamos acá para ejercer la medicina no para actuar por nuestros propios intereses por miedo.
El doctor sabía que ella tenía razón, estaban siendo utilizados por un director sin escrúpulos y un policía aún más corrupto que el primero, ellos no sentían el menor respeto por nada ni por nadie.
Graciela:- no se puede seguir así, algo podremos hacer ¿no?, si tan solo supiéramos el modo en que mueren estos jóvenes, en qué circunstancias al menos podríamos detener las muertes no le parece doctor...
Fernández:- pero que está diciendo, ya nada podemos hacer, recuerde que ellos conviven con los reclusos y nada podemos hacer nosotros que ni siquiera entramos en las celdas.
Graciela:- es verdad, sin embargo lo que nos diferencia de ellos es que nosotros atendemos a los reclusos cuando son víctima de agresiones y quien le dice algo podemos sacarles cuando vengan, podríamos obtener información por medio de los internos que vienen aquí, escogeremos a alguien, ganaremos su confianza y luego esperamos a que nos hablen.

Continuara…